Bill Gates afirma que la crisis del hambre en el mundo es tan inmensa que la ayuda alimentaria no puede resolver totalmente el problema. Lo que también se necesita, sostiene Gates, son los tipos de innovaciones en tecnología agrícola que él ha financiado durante mucho tiempo para intentar revertir la crisis documentada en un informe publicado el martes por la Fundación Bill y Melinda Gates.

Gates señala, en particular, un avance que denomina «semillas mágicas», cultivos diseñados para adaptarse al cambio climático y resistir las plagas agrícolas. La Fundación Gates también publicó el martes un mapa que modela cómo el cambio climático afectará probablemente a las condiciones de crecimiento de los cultivos en varios países para destacar la necesidad urgente de actuar.

Al asignar a la tecnología un papel preeminente en la solución de la crisis alimentaria mundial, Gates se enfrenta a los críticos que dicen que sus ideas entran en conflicto con los esfuerzos mundiales para proteger el medio ambiente. Señalan que esas semillas suelen necesitar pesticidas y fertilizantes basados en combustibles fósiles para crecer.

Los críticos también sostienen que el enfoque de Gates no aborda la urgencia de la crisis. El desarrollo de «semillas mágicas» lleva años y no permitirá aliviar de inmediato a los países que actualmente padecen un sufrimiento generalizado por depender de las importaciones de alimentos o sufrir sequías históricas.

¿Y la guerra en Ucrania?

Se trata de un debate que podría intensificar la presión internacional para cumplir los objetivos compartidos para la prosperidad y la paz mundiales, conocidos como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, antes de la fecha límite de 2030. Los 17 objetivos incluyen acabar con la pobreza y el hambre, luchar contra el cambio climático, proporcionar acceso al agua potable, trabajar por la igualdad de género y reducir la desigualdad económica.

«La situación es bastante sombría en relación con nuestras esperanzas para 2030», dijo Gates, de 66 años, en una entrevista con The Associated Press. Añadió, sin embargo, que «soy optimista de que podemos volver a la senda».

Gates señaló la guerra en Ucrania y la pandemia como las principales causas del empeoramiento de la crisis del hambre. Pero su mensaje a otros donantes y a los líderes mundiales que se reúnen para la Asamblea General de la ONU en septiembre es que la ayuda alimentaria no será suficiente.

«Es bueno que la gente quiera evitar que sus semejantes se mueran de hambre cuando conflictos como el de Ucrania interrumpen el suministro de alimentos», escribe Gates en el nuevo informe. Pero el verdadero problema, dice, es que muchos países con inseguridad alimentaria no producen suficientes alimentos propios, un problema que seguramente se agravará por las consecuencias del cambio climático.

«La temperatura sigue subiendo», dijo Gates. «No hay manera, sin innovación, de acercarse a la alimentación de África. Simplemente no funciona».

Como ha hecho durante más de 15 años, Gates pidió que se invierta en investigación agrícola, destacando las semillas de maíz que prosperan a temperaturas más altas y en condiciones más secas que otras variedades. Esas semillas se desarrollaron en el marco de un programa de la Fundación Africana de Tecnología Agrícola, a la que la fundación ha aportado 131 millones de dólares desde 2008.

Desde entonces, la Fundación Gates ha destinado 1.500 millones de dólares a subvenciones centradas en la agricultura en África, según Candid, una organización sin ánimo de lucro que investiga las donaciones filantrópicas. La Fundación Bill y Melinda Gates es, en algunos aspectos, la mayor fundación privada del mundo y es más conocida por su labor en el ámbito de la salud mundial, incluidas las vacunas. Se creó en su forma actual en el año 2000, después de que Gates dejara su puesto de director general en Microsoft, el gigante tecnológico que cofundó. Forbes calcula que su patrimonio neto ronda los 129.000 millones de dólares.

El gasto de la fundación en desarrollo agrícola es la razón por la que la opinión de Gates sobre cómo deben responder los países a la inseguridad alimentaria ha cobrado mayor importancia en un año en el que un récord de 345 millones de personas en todo el mundo padecen hambre aguda. El Programa Mundial de Alimentos dijo en julio que esa cifra representa un aumento del 25% con respecto a antes de que Rusia invadiera Ucrania en febrero y un salto del 150% con respecto a antes de que se produjera la pandemia en la primavera de 2020.

En Ghana, los ensayos de campo de cuatro variedades de semillas modificadas comenzaron en 2013. Pero sólo este verano pasado se aprobó la comercialización de una de ellas, dijo Joeva Rock, de la Universidad de Cambridge. Los activistas de ese país, dijo, se han preguntado si esos recursos podrían haberse gastado mejor en otra parte.

«¿Qué pasaría si se destinaran a aumentar los fondos de los centros nacionales de investigación de Ghana, a construir carreteras, a construir almacenes, a construir silos o a ayudar a construir mercados?», dijo Rock, que ha escrito un libro sobre la soberanía alimentaria en el país.

La imnportancia de la infraestructura

Cuando se le preguntó, Gates reconoció la importancia de las infraestructuras, como las carreteras y otros sistemas de transporte.

«Si quieres que tus insumos, como el fertilizante, entren, si quieres que tu producción salga, es demasiado caro en África sin esa infraestructura», dijo, añadiendo que la construcción y el mantenimiento de las carreteras son muy caros.

Algunos investigadores cuestionan la conveniencia de seguir la premisa fundamental que Gates ha abrazado: Aumentar la producción agrícola mediante el uso de semillas modificadas junto con fertilizantes y pesticidas. Señalan la huella medioambiental de la agricultura industrial, que incluye el uso de fertilizantes basados en combustibles fósiles, la degradación de la calidad del suelo y la disminución de la biodiversidad.

Los expertos señalan que las alternativas podrían incluir intervenciones agroecológicas, como el desarrollo de bancos de semillas gestionados localmente, sistemas de compostaje para promover la salud del suelo e intervenciones con plaguicidas que no dependan de productos químicos. Con el tiempo, estos enfoques pueden reducir la necesidad de ayuda alimentaria y crear sistemas agrícolas más resistentes, según Rachel Bezner Kerr, profesora de desarrollo global en la Universidad de Cornell.

Kerr, autora principal del capítulo dedicado a la alimentación del último informe del Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático, dijo que, aunque el grupo no hace recomendaciones, «en general, el tipo de enfoque en unas pocas tecnologías y la dependencia de los insumos basados en los combustibles fósiles no está en consonancia con la adaptación basada en los ecosistemas» ni con un futuro biodiverso.

Mark Suzman, director general de la Fundación Gates, defiende su enfoque advirtiendo que limitar el acceso a los fertilizantes significa que los agricultores no pueden aumentar sus rendimientos.

«Los fertilizantes son necesarios. Sencillamente, no se puede alcanzar el aumento de productividad global sin él», dijo Suzman en una llamada con periodistas. En su entrevista con la AP, el propio Gates rechazó las críticas sobre el énfasis de la fundación en las semillas modificadas.

«Si hay alguna solución no innovadora, ya sabes, como cantar ‘Kumbaya’, pondré dinero para ello», dijo Gates. «Pero si no tienes esas semillas, los números no funcionan». Y añadió: «Si alguien dice que estamos ignorando alguna solución, no creo que esté viendo lo que estamos haciendo».

Otro proyecto que la fundación ha financiado es el desarrollo de modelos informáticos que intentan medir la pérdida de cultivos causada por enfermedades o plagas. La idea es dirigir la investigación y las respuestas hacia donde más se necesitan.

«No se trata sólo de cómo superar esta crisis y volver a la normalidad. Se trata de saber cómo será la normalidad en el futuro», dijo Cambria Finegold, directora de desarrollo digital de CABI, una organización intergubernamental sin ánimo de lucro que está desarrollando los modelos.

Melinda French Gates, la otra copresidenta de la Fundación Gates, destacó en una carta separada el estancamiento del progreso hacia la equidad de género en todo el mundo. Desde enero, la fundación ha ampliado su consejo, añadiendo seis nuevos miembros para ayudar a dirigir su trabajo, un movimiento que siguió al anuncio del divorcio de los Gates el pasado verano.

French Gates acordó dimitir después de dos años si ambos decidían que no podían seguir trabajando juntos. French Gates, que también fundó una organización de inversión llamada Pivotal Ventures, no estaba disponible para una entrevista.

Gates dijo que tiene suerte de que su ex esposa haya seguido dedicando su tiempo y energía a la fundación. En julio, Gates dijo que contribuiría con 20.000 millones de dólares a la fundación en respuesta a los importantes reveses causados por la pandemia, elevando su dotación a unos 70.000 millones de dólares.

A través de sus donaciones, inversiones y discursos públicos, Gates ha acaparado la atención en los últimos años, especialmente en los temas de las vacunas y el cambio climático. Pero también ha sido objeto de teorías conspirativas que juegan con su papel de desarrollador de nuevas tecnologías y su lugar entre las altas esferas de los ricos y poderosos.

Gates dijo que no dedica tiempo a pensar en conspiraciones y que el trabajo de su fundación no tiene nada que ver con su reputación personal.

«Si vas a estos países, nunca han oído hablar de mí o de la fundación», dijo Gates. «Puede que en el mundo rico alguien esté leyendo alguna cosa de Internet, pero la gente que nos importa nunca lo ha hecho, ni lo hará, y no es importante que sepan nunca quién soy».