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Asturias en verano

La brisa del Cantábrico, el verdor inagotable de los valles y el murmullo de las ciudades asturianas componen un paisaje de contrastes donde el pasado y el presente conviven. En los meses de verano, Asturias se llena de vida con visitantes, pero también con historias de quienes la habitan todo el año, especialmente en sus tres ciudades principales: Oviedo, Gijón y Avilés. Sin embargo, detrás de la postal turística, la región enfrenta un cambio demográfico silencioso que redefine su identidad.

Un territorio envejecido, pero en movimiento

Las calles de Oviedo reflejan la realidad de muchas ciudades europeas: una población envejecida que desafía las expectativas de crecimiento. Con una edad media que ronda los 50 años, los barrios históricos muestran el rostro de una Asturias que, aunque orgullosa de sus tradiciones, enfrenta el reto de la despoblación. «Aquí los jóvenes se van, los que quedamos somos los de siempre», comenta Rosa, una jubilada que vive en el centro desde hace décadas.

Sin embargo, en Gijón y Avilés la realidad es algo diferente. La llegada de inmigrantes, especialmente de Latinoamérica y el norte de África, ha inyectado nueva energía en barrios que habían perdido actividad. En el mercado de El Natahoyo, María, originaria de Colombia, cuenta cómo llegó con su familia hace tres años buscando una vida mejor. «Me sorprendió lo acogedora que es la gente aquí», dice mientras atiende su puesto de frutas.

El impacto de la migración en Asturias

Los datos recientes indican que el crecimiento poblacional de Asturias se debe, en gran parte, a la inmigración. A pesar de que el porcentaje de extranjeros en la región sigue siendo inferior a la media nacional, su presencia es cada vez más notable. Comercios latinos, academias de idiomas y nuevos espacios de integración emergen en las principales ciudades, donde comunidades como la venezolana o la marroquí han encontrado oportunidades en sectores como la hostelería y la construcción.

Para Ahmed, un joven marroquí que trabaja en un restaurante en el casco antiguo de Avilés, la adaptación no ha sido fácil. «El idioma fue un reto, pero aquí la gente tiene paciencia», explica. Con su esfuerzo, espera traer pronto a su esposa e hijos, buscando en Asturias la estabilidad que su país natal no le ofrece.

Un futuro en construcción

Más allá de los números, Asturias está redefiniendo su identidad. Mientras sus pueblos luchan contra la despoblación, las ciudades encuentran en la diversidad una nueva forma de crecimiento. El asturiano, hablado por dos tercios de la población en Gijón, Oviedo y Avilés, se mantiene como un vínculo con la historia, pero también como una seña de identidad en constante evolución.

En las noches de verano, cuando las calles de Cimavilla en Gijón se llenan de risas y música, es fácil olvidar las cifras y centrarse en la esencia de la región. Asturias sigue siendo un lugar donde el pasado convive con el presente, donde cada historia suma al relato de una tierra que se resiste a envejecer sin dejar huella.

Y así, cuando el sol se esconde tras los Picos de Europa y la brisa marina refresca las calles de Avilés, la región se reafirma como un hogar para quienes la han habitado siempre y para aquellos que han llegado para quedarse.

 

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