Si algo ha demostrado la nominación de Karla Sofía Gascón al Oscar, es que la ultraderecha mundial está dispuesta a indignarse por cualquier cosa… siempre que no sea el racismo, la homofobia o la transfobia. Su presencia en la gala del 2 de marzo ha generado más escándalo entre los guardianes de la moral reaccionaria que cualquier crisis climática, conflicto geopolítico o escándalo de corrupción de sus propios líderes.
Mientras el cine intenta abrirse a historias diversas, los sectores más rancios han convertido a Gascón en su nuevo enemigo público. ¿Por qué? Porque existe. Porque triunfa. Porque es una mujer trans nominada a un premio de la industria que ha sido históricamente exclusiva para el hombre blanco cisgénero.
De la alfombra roja al paredón mediático
El escándalo comenzó con la filtración de viejos tuits de Gascón, algunos de contenido ofensivo. De inmediato, la maquinaria ultraconservadora entró en acción: lo que en cualquier otro caso habría sido un proceso de disculpa y reparación, aquí se transformó en una cacería. La condena fue fulminante, no solo desde Hollywood sino también desde los sectores que, curiosamente, llevan años exigiendo que la gente “aguante” el humor políticamente incorrecto.
Los mismos que defienden la libertad de expresión cuando se trata de discursos de odio ahora exigen la cancelación total de Gascón. Lo que es aún más hilarante es que, mientras la crucifican por sus comentarios pasados, han decidido olvidar a los cineastas y actores con un historial de abusos reales, esos que siguen trabajando sin problema porque son «genios del arte».
El miedo al talento trans
Más allá de la controversia, la reacción ultraderechista expone un pánico más profundo: la incapacidad de aceptar que las personas trans no solo existen, sino que también pueden destacar en ámbitos tradicionalmente vedados para ellas. Karla Sofía Gascón es la primera actriz abiertamente trans en recibir una nominación de esta magnitud. Su mera presencia desafía la visión de un mundo donde solo hay espacio para los mismos rostros de siempre.
¿Es irónico que quienes claman contra la corrección política ahora celebren que Hollywood la haya apartado de la promoción de Emilia Pérez? Totalmente. ¿Es predecible que ahora finjan indignación por un «doble rasero» mientras ignoran décadas de privilegio cis y masculino en la industria? También.
Más que una nominación, un punto de inflexión
El 2 de marzo, independientemente de si gana o no, la presencia de Karla Sofía Gascón en los Oscar así como seguramente en otros premios en el mundo entero, será una victoria en sí misma. No porque haya sido perfecta (nadie lo es), sino porque su historia representa un cambio de paradigma. En un mundo donde la derecha extrema se esfuerza por borrar cualquier avance en diversidad, su nominación es un recordatorio de que la historia no la escriben quienes más gritan, sino quienes más resisten.